lunes, 22 de junio de 2009

Oficios en extinción

La única característica común que se le puede atribuir al quiteño de oficio, es que con poco trabajo se hace dueño de lo que se le enseña.

Mercaderes, relojeros, oropeleros, tintores, torneros, silleros, batidores de oro, caldereros, libreros, joyeros, confiteros, olleros, asadores, pasteleros, panaderos, cereros, alpargateros, zapateros, sastres, tapiceros, plateros, armeros, ladrilleros, fundidores, cordeleros, sombrereros, barberos, carpinteros, escultores, herreros, ebanistas, boticarios, tejedores, curtidores… son algunos de los primeros artes y oficios registrados en Quito. La mayoría han desparecido, la generalidad es no saber de qué se trata al escuchar sus nombres. Algunos, todavía están. ¿Cómo? Casi desapareciendo.

¿Extinción?
No aduce a que exista un trabajador en todo el mundo sino que, probablemente ésta sea la última generación dedicada a los trabajos artesanales, a los primeros oficios.

FOTÓGRAFO del caballito Jean Paladines

Según Jean Dios bendijo su trabajo después del susto que hizo que se dedicara a la fotografía y se lo ofreciera a su Dios.
“Yo estudié para abogado, me gradué de abogado y cada vez que podía le ayudaba a mi papá a llevar los caballitos, me obligaba a relacionarme con la fotografía. Un mal día en la gruta de la virgen del Quinche se escuchó que una persona se había suicidado en los baños de la iglesia, se rumoraba que era mi padre. Pasé el peor susto de mi vida, cuando me dijeron que era mi papá le pedí a Dios que no lo fuera y cambio perpetuaría el trabajo de mi padre.” Comencé aprendiendo en el cajón, a blanco y negro con el proceso de los químicos y todo, en el 96, nos mudamos a la polaroid y unos tres años más tarde a la fotografía digital.

Este hecho que le imprimió a su vida un giro de 360 grados sucedió hace 27 años. Esta es la cuarta generación oficialmente inscrita en la Asociación Monseñor Solís del Quinche de fotógrafos profesionales.
La tradicional foto del caballito cuesta 2 dólares y existen 15 fotógrafos ubicados en 5 sitios distintos.
Tal fue la poderío de su promesa que ahora inculca a sus hijos el negocio de la fotografía artística proveyendo de las últimas tecnologías para que el negocio no desaparezca.
En un vago balance calcula haber invertido al rededor de 15 mil dólares en caballos, cámaras, impresoras y accesorios para el caballo.
El equino es traído directamente desde Pereira – Colombia, por la cuantiosa cantidad de 800 dólares. Los accesorios entre monturas y sombreros, las cámaras Nikon, impresoras Sony. “Lo tenemos que hacer, el caballo a pelo queda feo”.
Paradójicamente la mayor cantidad de clientes son los adultos, “la fotografía del caballito es tan tradicional que todo el mundo tiene al respectivo mariachi en casa”.
Por muy rentable y romántica que pueda resultar la fotografía, Jean advierte que se estudia el mercado para evitar pérdidas. “Tratamos de incluir la fotografía en la Mitad del mundo pero no resultó”. Tiene contactos con personas dedicadas al negocio en Baños y Quito, con todos ellos se pone de acuerdo para aprovechar los 3 días más fructíferos de todo el año, “1 de enero, domingo de ramos y en la fiesta del Quinche”.
A pesar de que la fotografía pago su carrera de jurisprudencia en la Universidad Central del Ecuador, recomienda a sus hijos seguir una profesión más estable, eso sí, sin dejar de lado la fotografía del caballito.

Depredador: Simplemente, no existe.

PONCHERO Carlos Yunga

3 poncheros en el Centro de Quito.
16 poncheros en todo el mundo.
La asociación de ponches mogolita ubicada en la plaza del teatro tiene 48 años de trabajo dedicados esa especie de espumilla fría obtenida de la malta de la cerveza. “Se bate huevo y cerveza, eso se mete en el tanque y también se le pone arrope de mora”.

A sus 41 años de edad confiesa no saber hacer otra cosa. Este aparto de envidiable tecnología ofrece una bebida fría en los agotadores soles de medio día.
Con su traje y su boina blanca recorre las calles del centro desde las 8:00 a.m. sin importar el smog de los autos y las complicadas calles del centro realiza su trabajo con alegría.
Comenzó de niño, su familia se dedicó a este negocio cuando el ponche era la bebida perfecta para ofrecer en la plaza a las señoritas. Su padre, Francisco Yunga, fue quien le inculcó este negocio. “Antes la gente andaba por la plaza, el los locales se vendía café, la bebida refrescante, engalanadora y seductora fue el ponche. No la coca cola.”
Reconoce ser uno de los pocos que sobreviven con este oficio, ofreciendo cada ponche a 30 ctvs. Y vendiendo entre 100 y 150 bebidas al día.
“Llegan nuevos productos, que no son mejores pero están de moda, como el Bon Ice, los bolos y todos estas porquerías llenas de colorantes y cuesta solo 10ctvs.”.
Sus tres hijos admiran el trabajo con el que hasta hoy les ha dado educación y comida.
Trabajará hasta el día en que muera, haciendo lo que sabe. Lastimosamente tampoco se atreve a recomendar su trabajo como negocio rentable para sus hijos.
“Solo el que sabe, el viejo toma ponche. El resto prefiere Tampico. No se puede competir. Mejor que estudien y se superen”.
Todos coinciden “trabajo, es trabajo. Lo que sí, no hay que quedarse de vago.”



Depredador: Bon Ice, colorantes, bebidas baratas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario